Por Juan García (Todo a Babor)
Este especial se compone de los siguientes artículos:
Armamento en buques | Cañón naval | Calibres | ¿Cómo se dispara? | Organización | Baterías | Disposición
Índice
Introducción
Mover un cañón de a 24 o a 36 libras, los más grandes que portaba un navío, no era cosa fácil. Los más grandes pesaban casi 4 toneladas, incluídos los 900 kilos de la cureña, lo que hacía difícil y sobre todo muy pesado, poder maniobrar estas moles de hierro para cargarlos o limpiarlos.
No era raro que en el movimiento en alta mar se destrincaran, provocando un desastre si no se era capaz de detener el cañón, que libremente, iba de una banda a otra convirtiéndose en un ariete de varias toneladas, que aplastaba lo que se pusiera por delante. Para evitar esto los cañones se trincaban de forma férrea cuando no eran utilizados.
Normalmente se trincaba el cañón abatiportado, esto es con la boca del cañón encajada en la parte superior de la porta y trincado con sus aparejos de tal forma que estaba perfectamente inmovilizado y no podía desplazarse.
Los artilleros montaban entonces sus mesas y asientos con tablas entre el espacio que dejaban entre cada cañón para el rancho.
- Braga o braguero. Fuerte cabo que era el que evitaba que el cañón se desplazase en el retroceso.
- Palanquines. Cabos que utilizaban los sirvientes del cañón y que mediante aparejos y motones ajustaban la pieza para colocarla en batería tras el disparo o para moverlo.
- Este palanquín trasero era también utilizado para mover el cañón, en este caso hacia atrás y que servía también para dejarlo sujeto cuando este estuviera inactivo.

Cuando el cañón no estaba en son de combate, y para evitar que los cañones pudieran moverse a consecuencia de tempestades o por el normal cabeceo del buque, estos eran trincados de manera que fueran inmovilizados totalmente sin peligro para ningún tripulante.
Había varias formas de hacer esto, la más común era el cañón abatiportado y la otra era abretonado, tal y como indicamos en las imagenes siguientes:
Más información sobre la artillería de Marina
Pesos y medidas de los diferentes calibres de los cañones
La libra española y la francesa eran sensiblemente de más peso que la libra inglesa. Así una bala de a 36 libras francesas equivalía a 38,8 libras inglesas. Una de 24 libras francesas era equivalente a 25,9 libras inglesas y una de 18 a 19,4 libras inglesas.
La libra francesa no difería mucho de la libra española, aunque está última era un poco más ligera.
Cuando se empezó a estudiar en España el cambiar el pesado calibre de a 36 libras por el de 30, sobre todo en los cañones recamarados y los obuses de Rovira, se estaba intentando aligerar en algo el peso del proyectil sin perder nada de potencia o poder destructivo para hacer más manejables los cañones más pesados.
El calibre de 30 libras español equivalía prácticamente al 32 inglés. Con lo cual se tenía ya visto a este calibre inglés como mucho más efectivo que el pesado 36 libras. Los obuses del calibre 30 fueron ampliamente utilizados en la Armada.
Calibre | Longitud | Peso | Carga | ||||
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Proyectiles del cañón
Cada tipo de proyectil, ya sea bala rasa, metralla o palanqueta tenían diferentes calibres para cada tipo de cañón. Los diferentes tipos de proyectiles son empleados, según la táctica escogida.
La bala normal, para traspasar los cascos; eran simples masas esféricas de hierro colado. Una bala de 36 libras y 15º de elevación podía alcanzar los 3.326 metros; la de 24 libras 3.113 metros; la de 18 libras 3.028 metros; la de 12 libras 3.071 metros y la de 8 libras 3.100 metros.
Estos últimos con gran alcance eran utilizados como cañones de mira o de caza. Aunque el alcance efectivo no pasaba de poco más de mil metros.
La palanqueta podía ser: a la española, con dos balas unidas por una barra, a la francesa, dos medias balas unidas de la misma forma, y a la inglesa, que consistía en una masa de hierro batido o colado compuesto de dos pirámides hexagonales truncadas y de un prisma también hexagonal, que las unía por sus bases menores.
A finales de siglo la Real Armada española adoptó este tipo de palanqueta a la inglesa, por ser más efectiva.
El alcance de la palanqueta era de un tercio del de la bala. Por ello la experiencia hacía preferir la palanqueta a la bala en distancias menores a 400 metros, pues producía mayores estragos al arrancar grandes astillas a las maderas y poseía más probabilidad de conseguir un desarbolo.
La metralla se componía de conjuntos de balas pequeñas como las de fusil, o trozos de hierro apilados y sujetos a un platillo por medio de un saquillo de loneta. El saquillo de metralla para cañones de a 36 libras se formaba con cinco tongas de a cinco balas de una libra y media cada una.
El alcance de la metralla era de dos tercios del de la bala. Churruca recomendaba no tirar metralla a distancias superiores a 400 metros, por espaciarse demasiado los proyectiles, sólo balas a partir de los 600 metros y con doble munición, palanqueta y metralla dentro del mismo tiro, a tiro de pistola o tocapenoles.
Esta última modalidad de disparo representaba un evidente riesgo de que reventase el cañón, si no era dosificada convenientemente la carga de pólvora. Los ingleses, no obstante, acostumbraban a emplear dos balas en este caso.
El tiro con balas calentadas al rojo sobre un brasero, pero la maniobra es rara debido a los riesgos de incendio. Las granadas se cargaban de pólvora negra fina y se activaban en el momento del disparo.
Con objeto de incendiar una embarcación en caso necesario, cada navío estaba provisto de camisas de fuego, consistentes en unos telares de forma cuadrangular sobre los que se adosaban saquetes de lienzo y lona con pólvora en su interior y recubiertos de betún; para su empleo había que unirlas con cadenotes al costado que se pretendía quemar, y , después de acuchillar el artilugio, se encendía la mecha.
Los frascos de fuego eran de vidrio delgado con forma de calabaza, rellenos de pólvora, el tapón recubierto de cera y dotados de mecha; se arrojaban en la cubierta del enemigo durante los abordajes, como si fueran granadas de mano y con el mismo designio, provocar incendios.
[Para saber más sobre combate naval].En el artículo de la Revista General de Marina titulado «Presencia de la Marina en los combates del puente Sampayo» de Carlos Martínez-Valverde hay un pasaje en el que una batería de dos cañones marinos de a 24 libras son utilizados para su servicio en tierra contra los franceses en 1809. El oficial del Ejército Ruibal está al mando de dichas piezas. Para ver el modo de sentir y de actuar de la gente de mar de la batería de a 24, tomemos la palabra de Ruibal:
El fuego se generalizó —dice—. Los marineros de mi batería introducían en los cañones, sobre la bala de a 24, una palanqueta y, sobre ella, un saco de metralla. La pólvora que tenía que vencer aquella carga monstruosa la despedía con detonaciones espantosas. Los artilleros del Ejército temían reventaran las piezas, pero los marineros decían que no aumentando la pólvora no hay peligro. El piloto me dijo —sigue Ruibal—: Esté usted sin cuidado, los cañones no revientan. En la guerra que tuvimos con los ingleses sostuvimos muchos combates navales, y cuando nos acercábamos al abordaje cargábamos siempre como usted ve, y nunca reventó un cañón. Créame, no aumentando la carga de pólvora, no hay cuidado; entre nosotros suele decirse: «pólvora, poca, y metralla, hasta la boca». Si podemos matar de un cañonazo diez enemigos, ¿por qué hemos de matar sólo cuatro?”. Sigue Ruibal: “Era tan violento el estruendo de las dos piezas que a cada disparo sentía un dolor intenso en los oídos. A mediodía yo y mis tiradores estábamos casi sordos”.
Complementos del cañón
De izquierda a derecha vemos un cartucho de pólvora, un estuche portacartuchos, el cuerno de pólvora del cabo de cañón para cebar el oído de la pieza, el punzón que utilizaba para perforar el cartucho una vez que se había introducido en el ánima y para la limpieza del ánima del cañón los artilleros tenían uno o varios cubos o cubetas llenas de agua.
Herramientas para el uso del cañón
Cuchara

Era una hoja de cobre enrollada por su base a un zoquete de madera, que a su vez estaba unido a un asta. Se utilizaba para introducir la carga de pólvora en la pieza cuando no estaba encartuchada. También era utilizada para sacar la bala y la pólvora cuando el cañón no había sido utilizado. El diámetro de la cuchara debía ser sólo un poco menor que la bala, por lo que había un tipo de cuchara para cada calibre de cañón.
Atacador

Era la herramienta que empujaba los cartuchos, bala y taco de estopa al interior del ánima del cañón. Había otra versión flexible para su utilización cuando por causa del mar o la imposibilidad de abrir la porta por cualquier otra razón había que dejar el cañón cargado. Había que dar entre dos y tres golpes para dejar la carga asegurada. Estaba formada por un rollo de madera unida a un asta.
Lanada

La lanada era un cilindro de madera montado en su asta y cubierto con piel de carnero con lana. Se mojaba con agua y refrescaba el ánima tras un disparo, lo cual servía además para apagar los posibles rescoldos de pólvora que eran un verdadero peligro si no era bien limpiado el arma, ya que de no ser así podía explotar cuando se metiera un nuevo cartucho de pólvora en el interior.
Rascador

Para mantener el ánima del cañón sin acumulaciones de costras de óxido formadas por la humedad, se pasaba esta herramienta. Consistían en dos cuchillas unidas a un asta.
Sacatrapos

Si había que sacar del ánima del cañón el taco, proyectil y pólvora que por cualquier motivo no habían sido disparados, se utilizaba esta herramienta.
Espeque y pie de cabra


El pie de cabra era una fuerte barra de hierro que se utilizaba para poder frenar el cañón cuando este retrocedía tras un disparo, para ponerlo de nuevo en batería y para orientar el cañón cuando se iba a disparar siguiendo las indicaciones del cabo de cañón. Los utilizaban dos sirvientes, uno a cada lado del arma. Los espeques eran barras de madera que se utilizaban para suspender el cañon, apoyándose en las escaletas de la cureña para regular la puntería con la cuña y permitir la carga y limpieza.
De las dos palancas existían tres modelos de mayor o menor longitud y fortaleza, dependiendo del tamaño del cañón. El tamaño más robusto era para las piezas de 36, 24 y 18 libras. Otro modelo intermedio era para los cañones de 12 y 8 libras y el más pequeño para las de 6 y 4 libras.
Botafuego

Antes de la invención de la llave de artillería se aplicaba la ignición del cañón mediante este sistema de mecha encendida sobre un chifle de madera. Era menos seguro porque se corría el riesgo de que se apagara por diferentes causas y hacía más lento el disparo del cañón, con la imprecisión y problemas que podía acarrear esto en pleno combate.
Hubo marinos que experimentaron con utensilios y herramientas para hacer fuego de una manera más efectiva. Este, en concreto, es de llave de chispa con forma de pequeño fusil estilizado; empleado para dar fuego, desde cierta distancia, a las piezas de artillería.
Posiblemente fue un artilugio experimental ideado en Cartagena por Francisco Martínez hacia 1780, para sustituir el procedimiento de chifle y mecha en vigor en todas las marinas de aquella época. La atribución viene dada por la leyenda Martínez que lleva el botafuego en una chapa.
Llave de fuego o de artillería
Constituida por una llave de chispa de fusil montada sobre un soporte de madera, que se hacía firme a la pieza por medio de dos fajas de loneta.
Inicialmente se colocaba a la izquierda del oído para no variar la posición de los sirvientes del cañón cuando se empleaba el chifle y la mecha, porque el que tapaba el oído estaba siempre a la derecha, y el que daba fuego al cañón, a la izquierda. Se atribuye su invento al capitán de navío británico sir Charles Douglas que lo aplicó en el Duke, de 98 cañones, cuando lo mandó de 1778 a 1781.
Su uso en la Real Armada se produjo tras la desgraciada batalla de San Vicente en 1797, en la que todos los buques británicos las llevaban y se demostraba su superioridad al botafuego. Cosme Damián Churruca, fue el encargado, a instancias de Mazarredo, de examinar algunas llaves de artillería para poder introducirlas en la Real Armada y modernizarse en este apartado.


Churruca ideó una llave que parecía aventajarse a la que utilizaban otras marinas extranjeras, por lo que fueron aceptadas y aprobadas, comunicando por R.O. del 14 de abril de 1801 para que se generalizase su uso en los buques de S.M.
Sólo hasta finales de 1804 Grandallana no ordenó su construcción con prontitud y en cantidades masivas, pero no dio tiempo a hacer tal cantidad de llaves necesarias para armar tantos buques en tan poco tiempo y sólo pudieron prepararse varios navíos con este tipo de llave.

El resto de la flota tuvo que llevar llaves de pistola o fusil montadas sobre tacos de madera, como se muestra en la fotografía siguiente. A pesar de ello Churruca señaló que durante la batalla de Finisterre, que aún con estas llaves sustitutivas eran preferibles a tener que disparar mediante el botafuego.
Cómo se disparaba con llave de artillería
A continuación explicamos gráficamente los pasos que se seguían para disparar mediante llave de artillería.


- Agradecimiento especial a Luis Villoslada
- La artillería española en el siglo XVIII. 2010. Enrique García-Torralba Pérez.